«A 50 por hora»
Un monólogo teatral de Julio César Izquierdo
Si te digo la verdad: estamos trabajando en ello desde hace tiempo. Había ganas de contar una historia. Primero había que escribirla, después pulirla (ahí seguimos porque si te pones a cambiar cosas no acabas nunca -prometo dejarlo ya-) y… reinterpretar el papel para aprenderse el papel y subirlo a un escenario. Vamos, que subir sube solo, sin más. Otro cantar es enfrentarse al murmullo silencioso de un público que se merece siempre lo mejor y todos los respetos. Por eso digo que estamos trabajando en ello. Pero como algunos ya lo saben, pues nada, que se vaya haciendo público. Nunca mejor dicho.
Y aquí estamos, un servidor y los que te prestan su sabiduría profesional para dar forma a la puesta en escena. Exacto. Una obra de teatro monologada o un monólogo teatral para un actor. Veremos.
Escrita está y los ensayos siguen su ritmo. Tiempo al tiempo. Me he divertido con el proceso creativo, cargado de ilusión y de ¿locura?
“A 50 por hora” es el título. Una velocidad prudente si atendemos a las normas de circulación, pero que puede ser excesiva para la vida cotidiana. ¿Existe lo cotidiano o los aspectos más sencillos pueden convertirse en extraordinarios? Bueno, no quiero ser ahora el personaje, simplemente el autor, la persona y… si la autoridad pertinente no lo impide, también el sujeto de marras que pise las tablas. Espero que no se hundan.
En “A 50 por hora”, un caballero, un señor, un juglar, una persona, un ser humano… se enfrenta a sus miedos. Dicho así suena a lo de siempre. Pero mira, las comedias casi siempre tienen la pasión y el enredo como protagonistas y ahí siguen. Perdón, que me lío. Al turrón.
A lo que vamos: en esta obra de teatro un escritor acude al psicólogo (creo). Sesión a sesión. Día a día. A contar sus problemas. Y mientras habla, relata, mientras relata, crea un relato. El relato está muy de moda, apuntan por ahí.
A lo largo del único acto (rondando la hora entre cantares, pausas y me cambio de hábito), el protagonista hablará de muchas cuestiones. Os podéis imaginar: lo urbano, lo rural, trayectoria profesional, pasiones, miedos… la ansiedad misma que nos rodea.
Ahora bien: ¿conoce el protagonista a su psicólogo? ¿Es quien dice ser? ¿Le robaron parte de su vida? ¿Fue traicionado? ¿Busca venganza? Y entre col y col, lechuga. Tiempo para hablar de política y filosofía. De talleres, coches, mascarillas, pandemias, amor, libros y rituales. Instantes para la risa, la ironía, el llanto e incluso para la reflexión.
En “A 50 por hora” nada es lo que parece ni nadie se ajusta a lo aparente y previsible. Otra cosa es que, como en la vida, se termine aceptando pulpo como animal de compañía. Y la única compañía que tendré, si así lo deseas, será la tuya. Sin pulpos, pero con pálpitos. Juntos, si te parece, para desfacer el entuerto con toda la vista puesta en el asador. ¿O era la carne? Y cualquier parecido con la realidad será puro condimento.
Nota: abierta contratación. Fechas disponibles a partir de mayo. Mas información vía mail.